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Índice del artículo

RETIRO: LLAMADAS A SER PROFETAS DE LA ESPERANZA

(P. Jesús García, OFM, Cap)

1.Llamadas a ser Profetas

El retiro es abrirse a la novedad, es un movimiento hacia el desierto, movimiento que pone a Jesús en tres momentos: Encontrarse consigo mismo, encontrarse con el pueblo, encontrarse con el Padre. Nosotras también como Jesús queremos encontrar uno a uno los horizontes de nuestra vida, porque es importante que sintamos que siempre estamos caminando, pero no en círculo.

Encontrarse consigo mismo, o mejor dicho hacer un reencuentro. Para Jesús es darse cuenta de las profundidades de su motivación, conocer hasta donde llega realmente su opción y como conseguir que su vida realmente tenga una misión. Podemos aprender algunas cosas de ese movimiento hacia el desierto.

Encontrarse con el pueblo y su realidad.- Una de las cosas es, no dejar de pensar en nuestro pueblo y su realidad, el desierto no es para olvidarse de si mismo, u olvidarse de la propia realidad, de la realidad de nuestra gente, por el contrario, es una relectura creyente de nuestra propia verdad, es profesar en la fe de lo que estamos viviendo; es una de las cosas alarmantes que hoy necesitamos solucionar en nuestra V.R., profesar nuestra experiencia, porque si no profesamos nuestra vida todo se convierte en inercia. Jesús quiere salir de esa inercia que le provoca la historia de su pueblo, que empuja a sus discípulos, el pueblo hebreo. Él quiere ser él mismo. Quiere releer creyentemente su vida y la vida de su pueblo.

Un retiro básicamente es para profesar y releer la propia experiencia y hay que hacerlo desde la miseria, las tentaciones que cada uno tiene, profundamente existenciales. Hoy nos está costando demasiado el asumir la impotencia, asumir la vulnerabilidad, la incapacidad para poder afrontar todo lo que se nos viene encima, ya no pintamos nada en la esfera política y social, poco dentro de la Iglesia, tenemos mucho que aprender a releer, sin contar con las enfermedades, la ancianidad.

 


 

La ida al desierto con Jesús significa una relectura creyente de toda nuestra vida, y la relectura, Jesús la hace con la PALABRA; lo único que nos importa a nosotras también es releernos con la PALABRA, con el poder de la PALABRA, que transforma todo, como dice Isaías en el Cap. 55, que profundiza en nuestra propia persona y que hace fructificar allí donde parecía que había desierto. Es la PALABRA la que da sentido y la que responde a las grandes preguntas que Jesús tiene: ¿qué hacer frente a la incapacidad del pueblo para sobrevivir? ¿Qué hacer frente a la incapacidad de gobernar a los demás con ideologías sagradas? ¿Qué hacer frente a la impotencia en los poderes políticos? Jesús se deja iluminar, nos ilumina y nos ayuda a releer nuestra propia vida con la PALABRA. Ese es un principio de retiro, es un primer movimiento hacia el desierto; ya estando en el desierto nos damos cuenta que lo demás, pues como dice Mc. 7, 14, 21, y Mt. que nos insiste, “nada de lo que entra por la boca es impuro, sino lo que sale de corazón humano”, y en el corazón humano ¿qué habrá en lo profundo? eso es lo que vamos a descubrir en el retiro. En el corazón humano hay de todo y eso tenemos que descubrir hoy, allí está la miseria, el texto es muy duro, dice: “del corazón proceden pensamientos malos, adulterios, fornicaciones, hurtos, homicidios, codicia, fraude, impureza, envidia, blasfemia, altivez, insensatez, todas esas maldades del hombre proceden y manchan al hombre”, pero hay también la semilla de Dios.

Encontrarse con el Padre.- Somos imagen de Dios, esa es nuestra tarea descubrir que es lo que hay en lo más profundo de nuestro ser. Estar en el desierto es reconocer la actualidad de Dios en nuestra vida, no podemos vivir de historias pasadas, pero es importante encausar la experiencia que vamos viviendo, es una gracia de Dios; el tiempo pasa, porque va procesando nuestra vida en Dios y Dios en nuestra vida y tenemos que hoy reconocerlo. Tenemos que aprender a disfrutar de las crisis, es la única oportunidad de descubrir algo nuevo, por eso las crisis son incómodas, porque toda crisis mira más allá de sí misma, quizá también hoy, sea la oportunidad para un relax.

Recordemos a Elías cuando estaba esperando a que Dios pasara, y lo esperaba con todo el cariño , pero no lo encontró, ni en el huracán, ni en la tormenta, lo encontró en una brisa suave, porque para encontrar a Dios, para descubrirlo, se lo encuentra en el silencio.

 


 

Lo mejor que puede pasar en el desierto es releer nuestra historia, pero sobre todo es devolveremos a la utopía de la VR, si no hay utopía, una religiosa está condenada a ser infiel a su vocación, el realismo es el fatalismo de lo que vive, la utopía es el sueño de aquello que lucha por querer vivir, por eso, estamos en un capitulo, no por lo que somos, sino por lo que queremos ser. Hay que reconocer que en toda esta historia hay una utopía que es la de Jesús; salimos del desierto y nos encontramos en Lc. “El Espíritu del Señor está sobre mi, me ha ungido para anunciar la buena nueva a los pobres, para liberar a los oprimidos”, y ciertamente ya se está cumpliendo. En Mc. Cap. 1 dice: “El reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el evangelio”. Un retiro y todas las introducciones al capítulo es retomar la utopía, y esa utopía pega tan fuerte que conforme vamos caminando y caminando, a veces con dudas y dificultades, llegamos al otro paso, del desierto al Tabor.

Jesús se retira a orar básicamente en estos dos lugares, en el desierto y en el monte. Jesús al desierto va solo, pero al Tabor en comunidad, porque su utopía solo puede ser realizada con otras personas, Jesús no va solo. Dios nos invita a participar de esta misión de Jesús. Que bueno, ya no es uno, ya somos muchos, es una comunidad, porque ustedes y yo estamos representando a otras personas, aquí, caminamos juntos, vamos al Tabor y el Tabor es un lugar también de encuentro de relectura de nuestra historia, pero aquí hay una característica diferente y una de ellas, -como dije-, estamos ya en comunidad.

Una comunidad representada por Pedro, Santiago y Juan. Que son los tres grupos que siguieron a Jesús, grupos de Iglesia que estaban en conflicto: el grupo de Juan era los de la diáspora, el grupo de Pedro los que hacían cálculos, el de Santiago recibiendo palos de aquí y de allá, representa a todas las comunidades diversas que encuentran dificultades de integración y además representa a una comunidad que no siempre es bien acogida en el mundo.

 


 

Pedro dice: quedemos aquí, hagamos 3 chozas y no demos ni un paso más, porque no nos vamos a complicar la vida, no caminemos a Jerusalén porque sabemos lo que nos espera, seamos prudentes, hasta aquí nomás lleguemos, no tiremos mas de la cuerda, no sigamos a Jesús hasta exagerarnos, porque vamos a quedar mal, ya ven que todo el mundo está contra nosotros, paremos aquí, hemos trabajado hasta donde hemos podido. Pero una voz se escuchó: “Tu eres mi hijo muy amado”. No se si ustedes tienen el mismo miedo que Pedro, al mundo y al futuro, pero las primeras comunidades si tenían miedo al mundo y al futuro, porque tenían delante el problema, y piensan en dar paso al retorno, pero también en aquel momento, se renovaron al encuentro con Jesucristo en el monte Tabor y su paso fue sin retorno. Hay que seguir, porque la fe no es solo camino, la fe es horizonte, es novedad. Con Jesús hemos dado un paso sin retorno, ni regresión, ni parálisis, un paso adelante, ese paso hay que dar porque nos hemos fiado que Él, ciertamente, es un enigma y estamos con Él donde sea. Ese paso es el paso del monte y ese paso es el que quisiéramos dar, de tal manera que vamos a poner todas nuestras energías, no en defendernos, no en conservar, no en vivir simplemente, sino en seguir, seguirle, porque la promesa de Jesús es real y cumplida. “Un día vuelvo a mi granero, después de haber dicho la misa, me arrodillé junto al corporal que yo creía tener siempre el Santísimo Sacramento y vi entonces lo que somos ahora, me parecía que estábamos varios reunidos y formábamos un grupo grande de misioneros que debían llevar el Evangelio todas partes, mientras pensaba pues en esta sociedad de misioneros, le vino también la idea de un grupo de mujeres…” Se ve que este hombre no se quedó a contemplar su propia realidad, dio un paso adelante, vio el horizonte, y por eso están ustedes aquí, porque alguien se atrevió a mirar el horizonte. Miren al horizonte y den un paso adelante.

Dice Aparecida 41, “Los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido, necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de Él en su seguimiento la dignidad y plenitud de la vida”. Es la propuesta, hay que recomenzar desde Cristo, para hacer lo mismo.

 


 

En este sentido, sería muy interesante, cuestionarnos sobre el horizonte que nos estamos planteando, sabemos que debemos ser profetas, ¿qué significa eso? Hay dos elementos importantes que ustedes han recogido esta mañana, primero el amor que no solo consiste en dar la vida, sino es dar la vida para que los demás tengan vida; Jesús da la vida, para que todos tengan vida. Nosotras necesitamos ser profetas del amor, dar vida, para que otros tengan vida, a cualquier precio; este es el sentido del que ha sido capaz de ir del desierto al monte Tabor, porque allí ha descubierto que es lo que Dios quiere para sí y para el mundo, no estamos solamente para responder al mundo, para responder al mundo hay muchos, los políticos son los que tienen que responder a los desafíos del mundo, nosotros estamos para descubrir y responder a la gente cuál es la respuesta de Dios. Si somos profetas, ya estamos viviendo en nosotros mismos la respuesta que Dios da al mundo, en esto podemos decir que Jesús es el testimonio de la verdad, es importante saber asumir el rol del monte Tabor, están ahí Moisés y Elías, nosotros hemos sido llamados para ser profetas, sacerdotes y reyes, en este sentido es muy bonita la expresión que tiene Aparecida en el Nº 29: “Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no ser profetas de desventuras”, porque la historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurre bajo su mirada compasiva; Dios ha amado tanto a nuestro mundo, porque es maravilloso, aunque hayan cosas horribles. “Dios ha amado tanto al mundo que nos ha dado a su propio Hijo”, Él es la Buena Noticia para los pobres y pecadores, por eso, nosotros como discípulos de Cristo, creemos y debemos proclamar el Evangelio que es Cristo mismo, anunciar a todos los pueblos que Dios nos ama, que su presencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder renovador y salvador de su Reino. Por eso si vamos al desierto y al Tabor, llegaremos a ser profetas de la vida y la esperanza. Tenemos que ser nosotros mismos, la PALABRA inconfundible, para que la gente descubra que Dios nos ama.

Aprendamos a ser luz sin ser estrella, es lo que Jesús enseñó a Pedro, a vivir una espiritualidad desde abajo. Fil 2, 6-11. Ciertamente, Jesús nos enseña a vivir la terrenalidad, tampoco es una idea de Jesucristo, es la idea de Isaías 53, cuando habla del siervo de Yahvé. Jesucristo inventó pocas cosas, solamente su propia entrega, el vivió esa originalidad. Nuestro esfuerzo tendría que se hoy vivir la espiritualidad desde abajo, una espiritualidad desde el encuentro, el repliegue nos aleja de uno mismo, de los demás, de Dios, ¿por qué nos replegamos?, porque cada encuentro es un conflicto, pero cada encuentro es también una oportunidad de amor.

 


 

Necesitamos, además, una espiritualidad de comunión, porque necesitamos vivir la corresponsabilidad, aquí no es importante quien llega primero, o quien llega al último, lo importante es que lleguemos todos, que lleguemos juntos y que además nos ayudemos a llegar; necesitamos trabajar en los ideales de comunión, porque la comunión es la afinidad con Jesús y se da cuando hay un sueño común, que es compartir una utopía, que es real vivir la misericordia.

Todos necesitamos una espiritualidad de la misericordia. Es lo que esperamos de este retiro, que nos lleve a vivir la misericordia, como dice Lc. 6, 36, “Que sean misericordiosos como mi Padre es misericordioso”, y los Salmos, que definen a Dios misericordioso, así podemos entender que Dios es amor. La espiritualidad de la misericordia, uno la entiende cuando ha pasado por el infierno del pecado y ha recibido la misericordia. El profeta descubre el sueño de Dios que lo realiza en su persona, para que, a su vez, lo disfrute con su pueblo; el profeta no es el más fuerte, ni el más gritón, porque hay gente que confunde profeta con: teólogo, atrevido, valiente… Hoy queremos descubrir, qué significa “ser profetas”, porque para eso nos llamó Dios, ese es nuestro trabajo, el trabajo de creer.

 Pidamos a Dios que nos ayude a ir al desierto, para reencontrarnos con nosotros mismos, con los demás, con Dios, con nuestra comunidad, que nos ayude a retomar nuestra utopía que es la de Jesús, que nos ayude a seguir caminando en comunidad, y dejarnos transfigurar, para poder seguir caminando y, mirar el horizonte de Dios que es mucho más amplio que el de las religiosas de los Sagrados Corazones. Quizá esto vamos a descubrir durante estos días, en la aplicación del Capitulo General, esto es justamente nuestro trabajo, esto es lo que la gente está esperando de nosotros.

 


 

2.DE LA ESPERANZA

La mujer cuando va a dar a luz, siente tristeza porque llega su hora, pero cuando ha dado a luz un hijo ya no se acuerda de la tribulación, por el gozo que tiene de haber traído al mundo una vida”. (Jn. 16, 21,)

Hablar de esperanza es hablar de la vida. En la mañana, decíamos, que nosotros necesitamos fortalecer una espiritualidad: desde abajo, del encuentro, la comunión, la misericordia, una espiritualidad que nos centre en la persona de Jesús y en su PALABRA, y que esta espiritualidad nos mueva con un talante profético, desde y hacia los pobres y excluidos, desde lo ecológico y la defensa de la vida, desde los derechos humanos, del compromiso de aprender a dar la respuesta de Dios, a la realidad de hoy.

Esta respuesta hay que darla juntos, porque sabemos que este no es un camino de solitarios, no es de gente estrella, sino que es de alguien que vive el amor y que es capaz de recibir amor, acogerlo, vivir de la mística del corazón, es una de las tareas místicas del ser humano, (las mujeres tienen mayor capacidad de acoger el amor), porque en muchas ocasiones da miedo ser tan amado, puesto que eso tiene consecuencias. Todos necesitamos volver a recibir amor, entrar en la profunda mística del corazón, porque cuando se comparte ese amor la comunidad se convierte en comunidad fraterna, porque la comunidad no está hecha de coincidencias, es una comunidad de historias, una comunidad hecha en base a utopías, donde todos compartimos el amor recibido por cada uno. Esto lo encontramos en el texto de Lc. “no ardía nuestro corazón cuando él nos hablaba”, los discípulos de Emaús acababan de compartir la experiencia vivida y eso les hace hermanos, compartir el amor recibido, les hace comunidad fraterna, a nosotros también: compartir la miseria nos hace misericordiosos, compartir trabajos nos hace compañeros.

 


 

Hemos recibido y compartido un amor encarnado en la vida eucarística, sin duda el amor cuando es recibido, compartido y encarnado, es contagiado, entonces aparece la misión profética que es de quien contagia ese amor recibido, compartido y encarnado, pero falta un paso para que ese amor sea entregado, de ahí viene el darse dando vida martirial, ese es el pequeño detalle que puede o no avalar la vida interior; me atrevería a decir que no hay religiosas/os Sagrados Corazones, si no hay mártires.

Para lograr vivir este amor hay que estar en actitud de búsqueda permanente, inquieta, ansiosa, inconforme, yo creo que es una de las características capuchinas, nunca estamos del todo contentos, nunca estamos del todo satisfechos, siempre estamos buscando, siempre hay que renovarse, porque uno está comenzando siempre. No esperar el tiempo de morir, para decir comencemos hermanos, porque hasta ahora poco o nada hemos hecho. La búsqueda es lo que nos hace vivir la inestabilidad, pero a la vez es una gran oportunidad de ser creativos, de liberarnos, (no ser lideresas, si nos comprenden bien, si no también, si nos siguen bien y si no también), sino, estar dispuestos a revitalizarnos, porque ya que hemos sido convencidos por Jesucristo y hemos sido conmovidos por su amor, ahora nos falta solamente plantar el árbol, cada uno, y eso hacerlo con esperanza.

Plantar un árbol y esperar que crezca es confiar en el poder de la vida, es la esperanza, de que la vida triunfe, es lo que quiere hacer todo el mundo, yo no sé si esta es una época para plantar árboles, tener la paciencia o la esperanza de descubrir que hay vida en un árbol cortado, que en el tocón brote un renuevo, que el árbol aparentemente muerto, viva. ¿Cómo hacer para que la esperanza se mantenga a pesar de, parecer, que estamos muriendo?, la VR se queja de eso todos los días.

Toda esperanza tiene que pasar por algo de sufrimiento. San Pedro dice que hay que dar razón de nuestra esperanza, porque vivimos en un ambiente que nos lleva hacia la ilusión o la desilusión, pero no a la esperanza; vivimos en un mundo en que siempre nos ilusionamos con algo y luego cuando no lo obtenemos nos desilusionamos. La fe nos lleva a algo más, que es la esperanza, es el triunfo de la vida, es haber descubierto los secretos de Dios, ciertamente, Él nos toma de la mano, porque Él nos da la vida. 1ª Pedro 3, 13-17.

 


 

A veces, no damos razón de nuestra esperanza sino de nuestras teorías, es bueno recordar en Is. 6, 13, a un pueblo que está realmente desanimado, porque ha llegado la deportación a Babilonia; “un pueblo en el cual los médicos se fueron a Chile”, “los de clase alta se fueron a España”, este pueblo dejó unos cuantos pobres, los “anawin” y el resto se marcharon o los mandaron. Entonces aparece la necesidad de aunar a este pueblo, que se siente devastado, cortado en su propio yo, en su esencia.

Isaías habla del tronco de Jesé, del tocón de Israel, porque en las raíces hay vida, la esperanza no está en lo que otros hagan con nosotros, sino en las “raíces” donde estamos ubicados, la esperanza no está en lo que nosotros hagamos más o menos grande, o en la estructura de América Latina, tampoco está en una estructura nueva, la esperanza está en la “raíz”, esa “raíz” puede hacer brotar un pueblo nuevo, la espiritualidad del tocón es algo que nosotros necesitamos, porque si no, nos puede pasar que vivimos contemplado la realidad, analizando lo que vemos, siendo más o menos objetivos, sociológicos, psicológicos, teológicos…, pero falta un pequeño detalle, la vida, la vida que Dios ha puesto en nuestra “raíz”, porque hablamos de lo que vemos y no de lo que Dios hace en mí, hablamos de lo que hacemos, de lo que debemos hacer y no hacemos, y nunca hablamos de lo que Dios ha hecho en mí y sigue haciendo en nosotros, ahí está la esperanza.

Desde aquí es posible construir, reconstruir una VR SS.CC. significativa, porque más que defender objetivos, estamos creando nuevas relaciones, que sean fraternas. Necesitamos una VR que esté siempre en “germinalidad”, algo que parece muy bonito y que uno aprende desde lo sencillo, lo cotidiano que se va transformando en grande, no hay que crear cosas grandes para transformar el mundo, aunque hay gente que vive la germinalidad, desde la experiencia testimonial.

Hoy necesitamos también pasar por la kénosis, esa experiencia del siervo sufriente de Dios en la cruz, hay tantos hombres y mujeres que aprenden a sufrir. Jesús aprendió sufriendo a obedecer, a amar, a vivir, a creer. Como el crisol purifica el metal, el sufrimiento purifica el amor, por eso no se puede entender la esperanza sin el sufrimiento; si alguien rehúye el sufrimiento es normal, pero si no lo afronta nunca podrá tener esperanza. Si ustedes mujeres han aprendido a sufrir, tal vez tengan esperanza, porque seguimos a alguien que sufrió y por eso traspasó las fronteras del mal y nos introdujo en la esperanza de la resurrección.

 


 

Entrar en la dinámica de la kénosis, es también entrar en la dinámica del erotismo, cuando uno aprende a disfrutar del sufrimiento, entonces vive el amor, es aprender a disfrutar de lo que vive, hay que disfrutar nuestra cotidianidad, en nuestra opción hay que disfrutar del amor recibido, porque es un amor gratuitamente entregado por Dios, es aprender a disfrutar de lo que otros también disfrutaron.

Para hablar de la esperanza tenemos que hablar también del Kairós, porque Dios está actuando hoy y sigue actuando. Para mirar a Dios en la realidad de nuestra Provincia, no hay que estar recordando los tiempos que ya pasaron sino, dejar que Dios actúe hoy en nuestra vida. Hemos de estar viviendo el kairós en lo que nos toca, porque si no es así nos preocupamos demasiado de las estructuras religiosas, sin acabar de disfrutar de las infraestructuras, las “raíces del tocón”.

En la VR cuantas más estructuras hay, se vuelve pesada y se puede derrumbar, en cambio si hacemos crecer la infraestructura “nuestras raíces”, la vida se vuelve liviana y crecemos. El reino de Dios es nuestra esperanza, “busca el reino de Dios y lo demás se les dará por añadidura”, hay que entrar en la dinámica del espíritu, porque Dios sigue haciendo cosas.

Hay que dar esperanza a la gente, dar sentido a las cosas, saber qué nos da vida y qué no tiene sentido. El sinsentido solo tiene respuesta, cuando pensamos que Dios, es nuestra respuesta en las situaciones cotidianas y también en nuestras situaciones límites. Nuestra opción y reacción es lo que nos define, lo que nos da esperanza, no tenemos que pensar en bien morir, sino en bien vivir, con alegría y entusiasmo. Que en nuestra vida siempre haya esperanza.

Quito, 30 de noviembre, 2012

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