Quito, 13 de diciembre del 2014
CIRCULAR DE HNA. ROSA ELENA MENDIETA PLACENCIO
“…porque el Dios Todopoderoso ha hecho en mi grandes cosas, ¡Santo su nombre!(Lc. 1, 48)
Rosa Elena Mendieta fue hija de una familia muy cristiana. Sus padres Daniel Mendieta y Rosa Placencio quienes fueron sus maestros de la fe.
Nació el 23 de Noviembre de 1927 en la parroquia Calderón de la Ciudad de Cuenca-Ecuador y fue bautizada el mismo día.
Conoció la Congregación en una misión de Semana Santa en su parroquia, con los misioneros Oblatos que hablaron de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y es allí donde despertó el deseo de seguirle al Señor. Como el padre Víctor Mancero era su párroco, le acompañó en su proceso vocacional y decidió entrar en la Congregación de los SAGRADOS CORAZONES.
Inició el Postulantado el 8 de septiembre de 1948 en Cuenca y luego pasó a Quito para iniciar su noviciado el 23 de abril de 1949; se consagró temporalmente el 6 de agosto de 1951 y su profesión perpetúa el 6 de agosto de 1954.
Desde el noviciado se dejó impresionar por la vida del Padre Damián y lo único que deseaba era ser misionera, pero dada sus dotes de maestra, la Congregación la preparó para ejercer el rol de maestra, que lo llevó con mucha devoción y ternura hacia sus niños. Su vida estuvo alimentada por la fuerza de la Eucaristía y la Adoración.
Su actitud de sencillez y pequeñez era muy notorio y al mismo tiempo su fortaleza y firmeza frente a lo que quería y soñaba. Una de sus preocupaciones fue la familia, a ellos llegaba de muy distintas maneras: cartas, mensajes, reuniones, y era muy querida por los padres de familia y sus hijos.
La vimos servir en los Colegios de Guayaquil, San José de Rumipamba, SS.CC. Centro, Obras Social de Bellavista, Cariamanga, Cuenca, y La Unión. Se daba tiempo para visitar los hogares de los barrios cercanos donde ella realizaba la actividad educativa, sobre todo, desde la Obra de Bellavista, Cariamanga y La Unión, donde entregó su vida con muchísimo empeño.
Su creatividad no tuvo límites cuando se trataba de los pobres, los enfermos, especialmente de los adultos mayores. A ellos les llevaba no solo el apoyo espiritual, sino también se preocupaba de facilitarles el vestido y el alimento, que lo encontraba, no sabemos dónde.
La fuerza de su vida fue la Palabra de Dios que la iluminaba en todo su quehacer. El Dios hecho hombre anonadado en un pesebre y la pequeñez y sencillez de la Eucaristía, le daban el vigor y la energía para responder a lo que el Señor le pedía en el día a día.
Muy de madrugada se levantaba cada día y se la veía al pie del Sagrario, Jesús y María fueron los grandes amores de su vida.
Con mucho dolor tuvo que dejar la misión de la Unión, donde había pasado la mayor parte de su vida. En Cariamanga se dedicó a la catequesis de los barrios donde no siempre podía ir el párroco. En el 2003, sintiéndose enferma, con pocas fuerzas, fue a Cuenca, pero allí también se dio modos de seguir con la catequesis en la Escuela y en los barrios cercanos al Colegio.
Desde el 2007, la falta de visión y la casi imposibilidad de caminar la llevó a la enfermería, fue entonces cómo, su ministerio de adoración cobró mucha fuerza, pero se daba modos de realizar manualidades, especialmente ropitas para niños, carteritas… que entregaba a su Superiora para que disponga en lo más conveniente.
Sabemos que nuestra hermana está gozando de la paz definitiva de los Bienaventurados y que el Padre Damián y nuestros fundadores, la recibieron en la puerta del Paraíso; sin embargo, pedimos para ella, las oraciones prescritas por nuestras Constituciones.
Fraternalmente, y en nombre de la Comunidad de Cuenca
Ana Beatriz Jaramillo, ss.cc.
Superiora