JOSÉ MARÍA COUDRIN FUNDADOR DE LA CONGREGACIÓN DE LOS SAGRADOS CORAZONES Nuestro fundador Pedro Coudrin, nació en Coussay-les-Bois, un pequeño pueblo de la Provincia de Poitou (Francia) el 1 de Marzo del 1768. Sus padres eran labradores, de ellos recibe una educación cristina basada en la honradez, la caridad y en el cumplimiento de sus deberes de católicos, que la completará con su tío el sacerdote Francisco Rion, que también era su padrino. El clima espiritual de la familia, era de una fe sencilla, pero no por eso faltaron las tensiones, envidias y odios, que los padres de Pedro supieron llevar con una fuerte caridad fraterna. Cuando era todavía muy pequeño mostraba a su familia sus dotes de predicador repitiendo partes del sermón, utilizando los tonos y las maneras del Párroco de la Iglesia de San Martín, donde acudía todos los domingos a la Misa. No se sabe cuando sintió el llamado a la vocación, pero cuando tenía 16 años, su padre le pidió al Padre Rion que se encargara de su formación, porque él quería a su hijo sacerdote. Lo que sí sabemos es que recibió la Ordenación Sacerdotal, de manos del Cardenal de Bonal, Obispo de Clermont, en la Biblioteca de los Irlandeses en la calle Cheval Vert el segundo domingo de Cuaresma, del 4 de marzo de 1792 en París en plena época de la revolución francesa. En Coussay dice su primera Misa y continúa hasta el 8 de Abril de 1792, en que el Párroco le pide diga la Misa Mayor, mientras se revestía, el alcalde del pueblo le entrega un comunicado oficial que él debe leer, en el que se convocaba a todos los moradores a elección de un nuevo cura de la Parroquia, prescindiendo de la decisión de la Iglesia. Pedro leyó el comunicado al final de la misa y dijo que ni él ni su familia tomarían parte en el cisma. Estando en la sacristía, le avisaron que el alcalde y algunos revolucionarios, le esperaban en la puerta de la Iglesia para tomarlo preso, pero el huyó apoyado por sus amigos. Desde entonces, Pedro no volvió aparecer por Coussay hasta que logró esconderse en el castillo de la Motte d´ Useau, en un granero en el que permanece cinco meses, donde no puede bañarse, la comida es escasa y le falta aire para respirar. Son cinco meses de honda experiencia de Dios, de reflexión, de lectura de la biblia, historia de la Iglesia, vida de los santos y las noticias parciales, que a través de su primo que le escondió en el granero, le van llegando en relación a los acontecimientos revolucionarios. En este encierro, su espíritu de fe se agiganta y él se mantiene sereno, y es aquí donde tiene lugar una "visión" y por primera vez toma conciencia de que el futuro le depara el papel de poner en marcha una nueva comunidad de misioneros, hombres y mujeres. Más tarde comparte así esta visión: "Un día, vuelto a mi granero, después de haber dicho la misa de medianoche, me arrodillé junto al corporal en que yo creía tener siempre el Santísimo Sacramento; vi entonces lo que somos ahora. Me pareció que estábamos varios reunidos; formábamos un grupo grande de misioneros que debía llevar el Evangelio a todas partes. Mientras pensaba, pues, en esta sociedad de misioneros, me vino también la idea de una sociedad de mujeres. Yo me decía: habrá una sociedad de mujeres piadosas que cuidarán de nuestros asuntos mientras nosotros estemos en misión". Es un golpe de gracia como un designio de Dios sobre su persona. Tiene sólo 24 años entonces, pero será algo que modificará notablemente los horizontes de su vida. El 20 de octubre de 1792, decide salir. Mientras lee lo que le ocurrió a San Caprasio en tiempo de las persecuciones, que estando escondido ve cómo confiesa su fe en el martirio una joven muchacha y se decide a salir, así el P. Coudrin reflexiona en este ejemplo y también decide abandonar su escondite: "Cuando salí - refiere siempre él mismo - me prosterné al pie de una encina que había no lejos de la casa, y entregué mi vida. Porque me había hecho sacerdote con la intención de sufrirlo todo, de sacrificarme por Dios y morir si fuera necesario por su servicio. Sin embargo, tenía un cierto presentimiento de que me salvaría".
Camina hacia Poitiers, por senderos poco frecuentados. Llega a ponerse en contacto con sacerdotes no juramentados y con las autoridades diocesanas legitimas. Va conociendo con más realismo la situación religiosa de Poitiers en ese momento, cada vez más difícil y peligrosa para quienes como Pedro Coudrin quieren, a pesar de todo, ejercer el ministerio clandestino, siendo fieles a la Iglesia, él no se acobarda, no se detiene en su actividad. En la primavera de 1793 se puede situar el conocido episodio del Hospital de los Incurables. Allí es sorprendido en una inspección que hacen los revolucionarios, escapa sustituyendo al cadáver de un vagabundo sin nombre, apodado "Marche-a-terre" (andatierra), que había sido retirado un poco antes, desde entonces se conoce a Pedro con el nombre de Andatierra. Se pone al servicio incondicional de la Iglesia católica clandestina, apoyando a los fieles que se escandalizan y no entienden que numerosos obispos y sacerdotes hayan firmado la Constitución civil del Clero que no tiene ningún lazo con Roma para salvar su vida y sus pertenencias y al servicio de las autoridades diocesanas clandestinas, que tenían una misión difícil de cumplir. Está siempre disponible para consolar a los moribundos y a los prisioneros, para predicar, para confesar. Dirige poco menos de mil personas en la ciudad y confiesa a casi todos los sacerdotes no juramentados. Y en medio de toda esta actividad, intensa y arriesgada, no se olvida de su destino de fundador de una comunidad, “la visión de la Motte”.
INICIO DE LA CONGREGACIÓN SAGRADOS CORAZONES (La Inmensidad) Pedro que estaba en contacto con varios sacerdotes y laicos de ambos sexos, no perdía de vista su iniciativa, fundar una asociación de misioneros. Aprovechando la muerte de Robespierre y un momento de cierta distensión, a finales de 1974 logra reunir en la casa de Olérons un grupo de seis sacerdotes y los laicos que ya conocía, para echar bases de una sociedad del Sagrado Corazón, pronto se redactó un reglamento para la Asociación que pasó a llamarse La Inmensidad, donde sus miembros se comprometían a servir en todos los campos, donde era más urgentes las necesidades. No se podían hacer reuniones, el único contacto que Pedro tenía con ellos era en la confesión y allí se daba cuenta que no todos buscaban una entrega radical, algunos estaban mientras pasaba el vendaval, de esa manera fue aglutinando los primeros núcleos de su comunidad, que todavía no podía tomar formas externas. Contrariamente a lo que Pedro había imaginado, el grupo que empezó a tomar cuerpo fue el de las mujeres, que estaban deseosas de entregarse a Dios, sirviendo en la Iglesia. Era necesario encontrar quien las dirigiera haciendo el papel de superiora. En los primeros meses de 1795 pide ser admitida en la “Inmensidad” una joven de 28 años, muy conocida en los ambientes sociales de Poitiers: Enriqueta Aymer. Con la Revolución, ella y su madre fueron encarceladas por ocultar en su casa a sacerdotes refractarios. Once meses de cárcel, de la que saldrá viendo la vida con una luz diferente. Allí tuvo lugar lo que llamará "su conversión". Busca un guía y lo va a encontrar en Pedro Coudrin a quien tomó como confesor. Aceptada, no sin dificultades al principio, en la Asociación, va a darse pronto una polarización en torno a su persona de parte de algunas del grupo, debido a su personalidad y a su rico mundo interior. Este grupo se separa de la Sociedad La Inmensidad y toma el nombre de Solitarias. Pedro dirige a muchas de las componentes del grupo al interior de la Asociación. Cuando queda algo más libre de sus cargos pastorales, incrementa el tiempo dedicado a hacer progresar el proyecto que se está gestando de una nueva comunidad. Por marzo de este año tiene lugar una conversación entre el P. Coudrin y Enriqueta Aymer donde parece formularse por primera vez la decisión práctica de fundar, la resolución de comprar una casa y el comienzo de un tipo de vida religiosa a partir del grupo de las Solitarias. En agosto, el grupo de las solitarias hace "resoluciones" en ese sentido y se viste el hábito. Ahí se encierra ya todo lo que se desarrollará más tarde. Paralelamente, el P. Coudrin se preocupaba de formar la rama masculina, después de unos primeros tanteos sin éxito. Llevaba dos jóvenes consigo en sus tareas apostólicas y colaboraban con él, así les iba formando. En 1799 Pedro y Enriqueta deciden acelerar los tiempos de su independencia y libertad para manejarse como un grupo reconocido por la Iglesia. En junio obtienen una aprobación diocesana provisional. En octubre de 1800 hace los primeros votos, Enriqueta y cuatro compañeras más. En la Nochebuena del 1800 Pedro con el nombre de José María y Enriqueta hacen los votos perpetuos. Es la fecha que suele considerarse como de nacimiento de la Congregación. El P. José María Coudrin será el Superior de la nueva Comunidad. La Congregación va a seguir en la más rigurosa clandestinidad durante el período de la dominación napoleónica. Hasta 1817 no se recibirá la aprobación de Roma. Ello no impedirá sin embargo su desarrollo y crecimiento en miembros y en expansión geográfica. La confianza de los Obispos (Mende, Cahors, Seez...) va a facilitar diversas fundaciones de hermanos y hermanas. Desde el inicio de la Fundación las dos comunidades de hermanas y hermanos comenzaron a dar un nuevo título a sus fundadores: Buen Padre - Buena Madre, en estos nombres querían grabar lo que estas dos personas estaban significando para esta congregación naciente. El Buen Padre ejerce de Vicario General en varias diócesis sucesivamente. Los hermanos son encargados de la dirección y enseñanza de seminarios, se ponen en marcha escuelas que serán las que surten de vocaciones. Las hermanas abren escuelas donde reciben gratuitamente niñas que quieren aprender a leer, escribir y a formarse como mujeres. También abren escuelas para niñas que pertenecieron a la alta sociedad y que se quedaron en la más grande pobreza. Con todo, son tiempos de continuos altibajos político-religiosos, a nivel del conjunto de Francia y en los lugares concretos en donde la nueva comunidad y el Buen Padre se hacen presentes. Las propias dificultades que experimentan las relaciones de la Congregación con las autoridades de la Iglesia (por ejemplo, en París) van a llevar a desarrollar otros ministerios como las misiones populares, y -cuando la labor educativa se hace más difícil por las trabas legislativas- a aceptar el trabajar en las misiones más lejanas. Al mismo tiempo, y tras la aprobación de la Congregación por Roma, el Buen Padre atiende a las tareas de completar la institucionalización de la nueva comunidad: Los capítulos generales de 1819 y 1824 para completar las Constituciones. Así, en lo que resta de la vida del Buen Padre, tiene lugar el máximo crecimiento numérico y la mayor expansión geográfica. Especialmente notable es el número y calidad de aquellos que son destinados a las misiones extranjeras, sobre todo de algunos archipiélagos de Oceanía (Hawai, Gambier...). El Buen Padre y la Buena Madre van caminando hacia el final de sus días, tras haber desarrollado una intensa actividad. La Buena Madre muere el 23 de noviembre de 1834. El Buen Padre abandona poco antes sus cargos pastorales (por entonces era Vicario general en Rouen) y vuelve a Picpus, la casa central de París. Con una salud endeble, sigue gobernando la Comunidad. El lunes de pascua de 1837, el 27 de marzo, muere en París. Sus últimas palabras tienen resonancia misionera: "Valparaíso... Gambier...". |